Nos
envenenamos, unos a otros. Levantamos tabiques de silencio en torno a lo
cotidiano y juzgamos los actos de los demás mientras desayunamos con
diamantes. Entre susurros comentamos palabras y actos, delirios de
respuestas que tienen preguntas simples, pero que hacemos sin mirar al
Norte.
Dramatizamos situaciones sin tener en cuenta las
circunstancias, porque quizás todo acto tiene su aquel detrás y jugamos a
ser adivinos. No miramos a los ojos del que es juzgado por temor a
encontrar nuestro propio reflejo en sus pupilas. Porque a la hora de la
verdad, todos sucumbimos al cerebro reptiliano.
No comments:
Post a Comment