Tuesday, April 16, 2013

Si fuera un animal, elegiría ser una pantera negra, salvaje. Pero una cosa es lo que a mi me gustaría ser y otra muy diferente lo que probablemente sería. Puede que me quede solo en un pequeño gato, independiente, cómodo y tranquilo, al que si le tocan las pelotas te suelta un arañazo. Pero a veces uno se siente como un pez, nadando fuera del mar, incluso como un lagarto. Hay días que nuestra piel se cubre de escamas y la lengua se vuelve bífida con grandes bolsas de veneno cual serpiente y en cambio otros días meneas el rabo como un perro al que le dan de comer. Hoy en cambio me siento como un pájaro sin alas. Puede que dentro de cinco minutos sea un conejo blanco saltando en busca del pais de las maravillas o puede que incluso sea pequeña ardilla. Es dificil luchar contra tu propia naturaleza.




Renacer, de las cenizas una y otra vez hasta que el fuego deje de consumir todos los recuerdos, enseres y penas que conforman nuestra existencia. Inmunizarse ante el fuego que quema las entrañas en las horas brujas, cuando la luna observa desde el cielo a los monos que rompen su reflejo en las turbias aguas.
Aprender y caminar sin olvidar que el olvido está lleno de memoria, y que en estos insomnios y duermevelas nada es lo que parece y en cambio lo es todo.
Romper aquellos anclajes que te tienen varado en la orilla, sintiendo el calor de la arena bajo tus pies mientras la tormenta hace estallar las olas sobre la roca. Caminar, sin importar el destino ni el camino, dejando que sea la propia vida quien tome las riendas.
Dejar aparcado el dolor y el sentimiento que obnubila la razón haciéndonos perder el equilibrio por un momento y devolviéndonos a la realidad de un golpe.
Y de ese cristal roto al final solo quedaran los fragmentos de un pequeño recuerdo ajado con el paso del tiempo, como el fotograma de una película donde eres la protagonista en blanco y negro.